“Hannibal”, de Ridley Scott

Algunos comentarios de madrugada sobre “Hannibal”, de Ridley Scott:
Un psiquiatra demente, desagradablemente elitista, Hannibal Lecter (en la novela, según me dijeron, de origen judío); una agente del FBI que deja escapar al feroz Lecter, alienada por un sentimiento torcido tal vez de amor; un FBI donde la cocaína desaparece poco a poco y donde los principales son más corruptos que los peores criminales callejeros, Lecter incluido; un alcalde involucrado en drogas que organiza un espectáculo policíaco para limpiar su imagen ante los consumidores de multimedios; un servidor público sirviente de ese alcalde que decide seguir a rajatablas con un operativo violento que seguramente costará la vida de un bebé de pecho; un multimillonario obsesionado con la venganza, alquilador de senadores prostitutos, que fue en busca de un médico para curarse y que encuentra a un perverso peor que él mismo, el cual lo desfigura vía drogas alucinógenas (“popper”) para siempre; un policía italiano que traiciona a su gente y al sistema judicial para cobrar una recompensa millonaria…
“Hannibal” pinta bastante bien lo que es Occidente capitalista.
Todos son monstruos, de una forma u otra, en todos los estratos del Poder. Hannibal es sólo un pequeño peón criminal en el gran tablero de la perdición individual y social.
Política podrida; policía podrida, psiquiatría podrida… ¿Y quién negará que todo es verdad…?
Hace poco leí una estadística sobre psiquiatras. Dos terceras partes tendrían problemas mentales. Lecter sería como un representante modelo algo exagerado del gremio… Hace poco también leí sobre un psicólogo argentino que llevó al suicidio a una paciente para adueñarse de sus propiedades muebles e inmuebles. Por suerte en ese caso puntural –recalco lo de “puntual”– la bestia acabó enjuiciada.
“Hannibal” es cine comercial de buena calidad. Vende “Armani”; vende “Gucci”; vende vinos carísimos, como “Chateau d’Yquem”; vende caviar “Beluga”…
Ridley Scott vendió “TDK” y “Coca Cola” en “Blade Runner”, si no me equivoco.
Propaganda directa. Nada de comercio subliminal. Empresa que paga, empresa que promociona su anuncio abiertamente en el cine capitalista del siglo 21.
Si esto no es la Decadencia de Occidente… capitalista…