¡Oh, día del odio éste! ¡Oh, burda tarde…
¡Oh, madres, que nifean la tecata
de Dios en las esquinas! ¿Quién, tú, dime, ha colgado,
presurosamente hermosa, la sombra de Orfeo
en una cárcel? ¿Quién prepusianamente roto
ha violado los niños el Día de Gracia de la muerte?
¿Qué yanqui, que “poeta”, que sidista
en el templo riega el semen de los cáliz?
¿Qué otro hombre, poETAmente, estallará
en el silencio de ustedes? ¿Qué cabeza rodará?
¿Qué lengua clavaré en las puertas del templo?
¿Quién, Tú eres, Señor, el día del odio? ¿Quién
ha clavado glandemente tu pavo en la mañana? ¿Quién
ha servido a Jesús en las letrinas del templo?
II
Están escandalizados con la muerte y
con el neurótico (de cada cual al campanario)
que sube, toca, anuncia, grita que la ETA
ha matado a tu padre y a tu madre: ha herido
la vitrina rota, el virgo roto, de la rotamadre
que rueda trasvestismente en una soga
(en una silla del circo demokrático–aplaude Dyonisio,
Lorca aplaude, Unamuno odia, Ortega piensa–).
Falangistamente, tú, un lirio y una rosa,
pataleas delante del espejo: ¿quién mató
al Corregidor? ¿Quién mató al obisto? ¿Quién
al Presidente de USA? La madre se afeita
debajo de la muerte: ¿quién se ha servido el
prepucio en una taza? ¿Quién mató al Corregidor?
III
Reza Opus Dei el Día de la Gracia de la muerte:
en la Rambla de Barcelona (una jaula de oro, un
pájaro de cobre, un cálao muerto, un niño blanco,
hermoso, un duende debajo de la falda)
y otra explosión y otra, infinita,
poETAmente debajo de los sueños:
debajo del deseo la boca de Dios
que mama vulva (“¡Qué coño manyas! Hoy tengo deseos
de sufrir y sufro, Vallejo–si España cae, escupe
la hostia: una madre muerta en las esquinas de España:
Ha muerto el ojo, el espejuelo, ¡ha muerto Nietzsche!–).
¡Otra explosión, otro niño muerto! ¡Si
España cae, que caiga! ¿Quién ha cortado
el prepucio de Dios junto a tu pavo?